22 de junio de 2005

CUADERNO ROJO

Un día más.
Y el traqueteo del subte que me acompaña casi casi hasta la puerta de mi casa.
La pana roja de los asientos, el piso de goma verde, la miseria personificada en este nene que me tiende su mano, la indiferencia en aquel tipo de traje, las dos mujeres que parlotean a mi lado: todo se me ha hecho familiar en unos pocos meses.
Yo sigo siendo el mismo, u otro, qué más da.
Cuando me detengo a pensar es cuando no pienso. Pareciera que en mi cabeza los pensamientos necesitan movimiento, necesitan vértigo.
A veces este cachivache metálico surcando la oscuridad se me hace irreal.
Se me hace difícil también comprender como toda esta gente con cara de nada, afuera hace de todo.
¿Y yo? ¿En qué categoría entro?
Porque acá adentro hago de todo, pero ¿afuera?
¿Qué pasaría con nosotros si de repente, el túnel se hiciera eterno y no aparecieran más estaciones?
¿De qué serviría mi escritura?
Por suerte, la próxima estación es la mía.
No arriesgo nada, prefiero no conjeturar.
Me bajo.

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