28 de octubre de 2010

Gracias, Néstor

Vos me hiciste peronista.

2 de octubre de 2010

Peronismo y biopolítica

Como para dejar constancia de esta idea que me ronda hace un tiempo, digo que sí, a este interrogante, que el paradigma biopolítico esquematizado por Michel Foucault, con su idea de gubernamentalidad, y los desarrollos posteriores de Giorgio Agamben -sobre todo ahora que estoy leyendo El reino y la Gloria- son útiles para encuadrar al peronismo como experiencia política.
Creo que el primer gobierno de Perón fue un experimento biopolítico maravilloso, y que sus luces y sombras se explican a la luz, justamente, de algo tan escindido como lo es la máquina gubernamental de la que habla Agamben en el libro que cito más arriba.
Y quiero resaltar el carácter positivo de mi adjetivación, porque creo que mucha de la gente que piensa alrededor de la obra de Foucault, califica a la biopolítica con un sentido negativo, de algún modo pesimista, es decir, la biopolítica como  algo a lo que hay que combatir y, llegado un punto no hay nada que pueda hacerse contra ella.
En fin, el peronismo como búsqueda de una biopolítica afirmativa. Esa sería una definición para dejar por ahora.

Asseros spero. 

Nota: también espero correcciones a mi latín.

20 de mayo de 2010

Si bien hace rato que defiendo públicamente a este gobierno, y con él al proyecto político que lo encarna y se hace carne, hasta ayer sentía una pequeña molestia, un malestar muy clasemediero pero que no podía evitar.
Y quiero que quede bien claro el uso del tiempo pasado, porque ayer tuve una revelación, una de esas reflexiones que se decantan de un cúmulo de pensares y devenires mentales. No por revelación debe ser estrictamente mística, sino que otra cosa fueron la manzana de Newton, y el baño de Arquímedes.
Vuelvo a mi malestar, que no tenía que ver con falta de autenticidad del sentimiento, o con reproches a las razones que me llevan a considerarme kirchnerista. No, tenía que ver con cierta sensación de que por más fuerte que fuera el sentimiento nunca podría igualar a aquellos peronistas que ya lo eran de antes de que Néstor y después Cristina fueran los referentes que hoy son.
Así me sentía. Hasta ayer, cuando me di cuenta de que  el surgimiento de mi sentimiento peronista merced a los logros de este gobierno no es nada más ni menos que ser auténtica y de algún modo originariamente peronista.
Me explico: como dijo -creo- el general, el justicialismo no se entiende, se comprende y se siente. ¿Cómo sentir al peronismo durante los '90? cuando para mí que no vengo de una cuna peronista (en realidad, sí. Pero estuvo oculta mucho tiempo. De hecho mis viejos estrecharon vínculos -para decirlo de alguna manera- el 20 de junio de 1973 escapando de la balacera. Ya lo contaré) en ese momento peronismo era igual a privatización, subordinación a los intereses de EE.UU. de A., y a las políticas del consenso de Washington, etc. etc.
Me siento un poco como todos aquellos que un poco se incorporaron y otro poco no, al primer peronismo. Sin querer equipararme a la figura de ellos, sino al sentimiento, que al fin es humano, me siento un poco como Carrillo, como Scalabrini Ortiz, como Jauretche, como Walsh. Tipos que venían de otro palo y que siendo intelectuales de la hostia entraron al peronismo por el lado del sentimiento.
Ampliaremos.
¡Viva Perón!

10 de marzo de 2010

Ojo con el secreto


1.
Suelo leer en profundidad el Página/12 del domingo a partir del día siguiente, en el subte, mientras voy a trabajar. Esta semana me atrasé porque como el domingo salí temprano de casa sin perspectivas de poder siquiera leer los titulares, le dejé el diario a mi vecino Patricio y lo recuperé recién ayer por la tarde, logré pegarle una ojeada, y pude ver que en el suplemento Radar había una doble página (Triple A – una serie de miradas alrededor de El secreto de sus ojos, la película de Campanella sobre la violencia de los `70 que compite en la categoría Extranjera) destinada a la hoy ganadora del Oscar a la mejor película extranjera, y en ese entonces sólo candidata, El secreto de sus ojos.
2.
Hay tres columnas: una de Horacio González, otra de Gustavo Nielsen, y la última de Alan Pauls.
Horacio González hace un buen análisis -fiel a su estilo de sociólogo, peronista y de izquierda- donde arriesga la hipótesis de que la película intenta un enlace arriesgado: el del crimen pasional como genealogía del crimen político. Compara el filme con el policial negro norteamericano, y marca las diferencias en la resolución de los conflictos entre esta película y la anterior ganadora del Oscar argentina, La historia Oficial.
3.
Fue al leer las otras dos columnas que se empezó a gestar esta entrada (quien no esté interesado en leer mis resúmenes de los artículos y prefiera ir a las fuentes linkeadas más arriba, o ya los haya leído, puede saltear los puntos 4 y 5 y pasar a leer directamente el 6).
4.
De Nielsen no tenía ni idea de quien era hasta googlearlo antes de escribir estas líneas. Su escrito puede resumirse como un elogio a su madre, seguido del regodeo por el elogio que recibe de ella (“Vos podrías haberle puesto un final más acertado”), el relato de un cuento de Guillermo Martínez que puede “...hablar de lo mismo, de la misma historia reciente argentina, pero con la sorpresa de eludirla al final, magistralmente...”.
Después cuenta el desenlace alternativo (que pensó su mamá) en el que Morales, el personaje interpretado por Pablo Rago, aparece como “...un asesino serial de mujeres al que solamente lo impulsa su vicio, su propia animalidad. Al que la historia argentina le importa un pito”.
En el ocaso de su libelo, vuelve a elogiar a su mamá y a criticar cagonamente (porque no puede decirse que sea indirecta, ni solapadamente) a la película sobre la cual parece que le habían pedido que escribiera, pedido que evidentemente este tipo no satisfizo porque quiere mucho a su mamá.
5.
Por su parte, el inefable Alan Pauls, arranca su artículo diciendo que “Lo que llama la atención en ESdsO es su apuesta al anacronismo”, sin explicar en qué funda su afirmación. El uso del verbo impersonal impropio le otorga a la sentencia un aire de axioma, de algo que no necesita ser explicado, cuando se trata de una apreciación subjetiva.
Para Pauls, pareciera que la realidad (y por ello también la ficción) es (o debe ser) sincrónica: en los ´70 los muebles deben ser de los ´70, los peinados deben ser de los ´70, y la ropa debe ser de los ´70. Caso contrario se cae en el anacronismo. Es lo que se desprende del largo tercer párrafo en el que se dedica a hablar de muebles, máquinas de escribir (que para él pertenecen al siglo XIX) y peinados.
En el final de su columna, imputa a Campanella ser el emblema de “la hipótesis “industrialista” que cada tanto se cierne sobre el cine argentino”, que -dice- es “un anacronismo paternalista que el Nuevo Cine Argentino lleva más de una década refutando”.
6.
La re-lectura de estas “notas” (con el sólo fin de escribir estas líneas. Lo digo aunque suene repetitivo) me dió náuseas, algo mucho más fuerte y corpóreo que la perplejidad y la irritación que me causó la primera lectura.
Es que estos tipos tienen la desfachatez de no decir nada pretendiendo hacerse los profundos. No creo que Aristarco hiciera este tipo de cosas (que no pueden ni por asomo ser llamadas críticas cinematográficas).
Son el claro exponente en el campo intelectual de cierto “progresismo” y de cierta izquierda de clase media que no sabe bien que es lo que quiere, pero que siempre prefiere criticar. Y mucho más critica todo aquello que sea popular. Además, noto con cierto asombro, que al igual que buena parte de la oposición de hoy, se queda en la crítica de las formas sin decir nada sobre el fondo.
Como lo afirma el propio Nielsen, se cagan en la historia argentina, la eluden, porque el personaje que les cabe es el de Poncio Pilatos, que siempre se ha lavado las manos después de que el pueblo se levantara contra el oscurantismo de los sumos sacerdotes.
Un fenómeno popular como lo es esta película merece que quienes pueden hacerlo (me refiero a los intelectuales) profundicen en la interpretación de los muchísimos mensajes que la película envía a quien la observa como individuo y como parte de nuestra sociedad, o en todo caso buscar las razones de la popularidad, y no que se empiecen a tejer ucronías, a imputar representaciones, y a enfrentar agonalmente al fenómeno popular con ciertas expresiones de elite.






24 de febrero de 2010

La Tierra purpúrea

Un extracto de "La Tierra Purpúrea", de William H. Hudson.
Lo traigo a colación porque Hudson era rosista y, como se ve en este párrafo bastante antirrepublicano, podría decirse -parafraseando a mis amigos de UDP- que, un día como hoy pero ayer, ya en el siglo XIX había ingleses que se hacían peronistas:


"¡Oh, civilización! Con tus millares de reglas con­vencionales, tus marchitas gazmoñerías de alma y cuerpo, la hueca educación de los niños, la concurrencia a la iglesia con las mejores ropas de visitas, el ansia antinatural de limpieza, luchando afiebradamente por comodidades que no dan con­suelo al corazón, ¿eres acaso un error completo? Candelaria y aquel genial que huyó de ti, John Carrickfergus, me hacen pensarlo. ¡Ah, sí! Todos buscamos inútilmente la felicidad si­guiendo un camino equivocado. La tuvimos y fue nuestra en un tiempo, pero la despreciamos porque era solamente la antigua y común felicidad que la Naturaleza brinda a todas sus criaturas, y nos alejamos de ella en busca de otra felicidad mayor, la que un soñador -Bacón u otro- aseguró que encon­traríamos. No teníamos más que conquistar la Naturaleza, descubrir sus secretos, hacerla nuestra esclava obediente, y entonces la Tierra sería un Edén, todo hombre un Adán y ca­da mujer una Eva. Todavía seguimos valerosamente adelan­te, conquistando la Naturaleza, pero ¡qué cansados y tristes nos estamos sintiendo! El viejo gusto por la vida y la alegría del corazón se han desvanecido, a pesar de que a veces dete­nemos por un instante nuestra marcha forzada para observar los esfuerzos de algún pálido mecánico en busca del movi­miento continuo, y entonces, a sus expensas, nos permitimos una corta, seca y burlona risa."

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