23 de febrero de 2006

El General

El automóvil recorría el camino mientras el general miraba por la ventana los árboles de la alameda que iban pasando borrosamente veloces, pese a su inmovilidad.
A lo lejos, los cuarteles lo esperaban.
Finalmente el viajero llegó a destino, y la puerta del auto se abrió de la mano de un suboficial que con reverencia hizo la venia después de haber cumplido con su tarea.
El general bajó dificultosamente de este auto que era mucho más bajo que las enormes limosinas que usaba en sus días de sangrienta gloria.
Sus manos lo delataban.
Así y todo, el oficial al mando de la guarnición recibió al general con una venia firme, demostrativa del respeto por su superior.
La palabra bienvenida se desprendió de una serie de formalismos que el oficial deparó al general quien, callado, solo atinó a seguir la dirección de la mano que le indicaba el camino.
El general sabía donde se dirigía, así que entró en la habitación que le habían reservado mientras charlaba con su subordinado sobre nimiedades tales como su estado de salud, que últimamente no había sido muy bueno. No era una habitación lujosa, pero tampoco faltaban ciertas comodidades como teléfono, ventilador de techo y una generosa TV.
Una vez allí, se le asignó una guardia meramente decorativa, ya que se trataba de un conscripto de escasos diecinueve años cuya única tarea se limitaba a mantenerse firme e inmóvil en la puerta de la habitación.
Al rato de estar viendo un poco de televisión, el general pareció aburrirse, y sintió necesidad de un whisky.
Llamó al guardia y le dijo lo que quería.
El colimba lo miró sin comprender, como si la voz que le llegaba viniese de años de rondar por los recovecos del tiempo. Con un poco de compasión respondió algo así: “usted está detenido por haber deshonrado a las Fuerzas Armadas y a la Nación, así que callesé la boca y dejesé de joder”.

20 de febrero de 2006

17 de febrero de 2006

Virgen

Me pregunto qué piensa la gente que se acomoda en los asientos del subte B, como si viajara en un taxi, o en su propio auto, o estuviera sentada en el sofá de su living, como si el asiento fuera de ellos y no un asiento comunitario en el que hay que tratar -sin apiñarse en exceso- de que pueda sentarse la mayor cantidad posible de personas, compañeros de viaje al fin y al cabo. Yo creo que no piensan, he ahí el problema.

Pero seguramente son los mismos que opinan que el carnaval es una fiesta primitiva, colectiva, en la que la gente deja salir su costado más brutal, más animal y en ese opinar se baten contra los cortes de calle, y el "desorden" que el carnaval le trae a la ciudad. No lo entienden porque nunca lo vivieron, porque nunca lo sintieron, y porque tampoco piensan.

Esas mismas personas deberían preocuparse porque en cada lugar en el que diariamente ingresan a desarrollar su trabajo hay una virgen en la puerta, cuando se supone que la justicia si hay algo que no debería tener es religión. Pero no lo piensan.

Y si hay algo que los medios de comunicación -tal como los pensaron quienes los utilizaron como arma frente a los despotismos, y como herramienta para difundir las nuevas ideas de libertad, igualdad y fraternidad- deberían tener, es ética. Pero no la tienen. Sólo venden productos.
En cambio yo, para ser médico tengo que tener una matrícula con un Colegio Profesional que me controla, para ser abogado, también, y lo mismo para ser ingeniero, psicólogo o casi cualquier cosa, gasista ponele. Pero los medios de comunicación no. A ellos no los controla nadie. Bah, en realidad sí, la plata, la mosca, la contante y sonante. Esa es la que mueve a los medios. Pero la gente sigue hablando como hace cincuenta años: "¿viste lo que dijo el noticioso?" y "¿viste lo que salió en la tele?". Es porque no piensan.

Hoy estoy con bronca con el "ciudadano común".

7 de febrero de 2006

La escritura

En mi opinión no hay nadie que haya escrito o escriba tan naturalmente como Julio Cortázar, tan a lo que te sale. Digo, no hay ningún otro autor con quien uno sienta que las palabras le fluyeron de la mano, de los dedos, a veces antedichas por la lengua.
Y que le saliera tan bien, ¿no? por supuesto.
No digo que el tipo después no trabajara sus textos, no los revisara, y los corrigiera. Pero su escritura en primer lugar salía. Después veía qué onda.
Un poco me lo confirmó él mismo, en la explicación de un cuento escrito en base a una obra musical. Ahí decía que el principio de sus cuentos siempre quedaba así como le salía. Que cambiarlos hubiera sido traicionarse.

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