18 de octubre de 2005

Erecciones 2005

La cercanía de estas elecciones me hace reflexionar sobre la democracia, sus problemas, sus aspectos positivos, y sus puntos oscuros.
Hablar de política no necesariamente implica hablar de elecciones, eso lo tengo claro, pero negar a las elecciones su virtualidad sería dejar de pensar a la democracia tal cual hoy existe.
La democracia es el mejor sistema de gobierno desarrollado hasta ahora, y como no conozco otro que me parezca superador, intento día a día tratar de contribuir a mejorarla.
En este sentido, entiendo como muchos otros, que existe en este presente de comienzos del Siglo XXI una verdadera crisis de representación -enmarcada en muchas otras variables- que llevan al común de la gente a desconfiar de la democracia.
Esta crisis de representación tiene varios aspectos, objetivos y subjetivos.
Por un lado los partidos efectivamente han dejado de “representar” a grandes masas (un gran problema, este de las masas, al que la humanidad deberá hacer frente tarde o temprano) para pasar a “presentarse” frente a ellas buscando sólo el voto. Por el lado de quien hasta hace unos años podía ser llamado “ciudadano”, la política se ha alejado de su esfera de acción, y entiende que su única forma de tansformar la realidad es a través del voto, y siente por ello, que éste es importantísimo.
El mito evita que pueda verse la realidad de las cosas.
Las encuestas de opinión ayudan a esta mistificación.
El voto no es lo más importante en una democracia. Pero si aprendiéramos que el voto no se pide ni se presta, sino que se piensa desde lo más íntimo de nuestras convicciones, los resultados electorales deberían mostrar toda la gama de diversidad que existe en nuestra sociedad. Y eso no puede ser malo. Nos engañan cuando nos dicen que una democracia con una legislatura atomizada y dividida es débil. Es débil porque no pueden ponerse de acuerdo, porque no “representan”, sino que se presentan.
Por eso, vuelvo a unas frases que usamos hace un tiempo en el país de nunca jamás: “votá lo que puedas, construí lo que quieras” y “todo lo que votes podrá ser usado en tu contra”.
Para terminar, quiero traer a la memoria de todos ustedes el movimiento “501-política más allá del voto” que proponía abstenerse de forma legal en las elecciones presidenciales de 1999. Ese movimiento fue criticado y atacado en su momento, pero en las elecciones legislativas del año 2001 el abstencionismo de la clase media argentina -que ahora ya no lo rechazaba-, expresado en el “voto bronca” conspiró para que cambiara el escenario político, y devolverle protagonismo al PJ, lo que derivó en la crisis de diciembre de ese año. Esa forma de votar fue una de las peores metidas de pata, de las peores lecturas del escenario político, estúpida e infantil, porque no es lo mismo abstenerse en elecciones presidenciales, que en legislativas, ya que en estas últimas lo que queda distorsionado es el órgano más democrático del sistema político: el parlamento.
Es evidente que en los resultados electorales se ve a las claras una característica de las masas: el rechazo al cambio. Mi propuesta es que busquemos ese cambio, que votemos a conciencia para cambiar esto. Imagínense qué pasaría si la gente el domingo, en vez de votar a los tres candidatos que van ganando en las encuestas, votan a 10 candidatos, con un 10% cada uno. Eso sí que sería un despelote para los que creen que tienen “la sartén por el mango”.
En fin, ¡salud!, y a votar con alegría. El que llegó hasta el final se ganó un chupetín.

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