27 de septiembre de 2005

EDITORIAL II o nos siguen cocinando despacito

El 5 de julio pasado escribí sobre la desorbitante suma que gastaban los países del G-8 para "garantizar" la seguridad de sus dirigentes en la cumbre que se realizó en Escocia.
Hoy leo en Clarín que el gobierno argentino decidió desviar 25 millones de pesos para reforzar la seguridad en la Cumbre de las Américas que se realizará en noviembre en Mar del Plata.
Y surge la misma pregunta, pero aún más obvia, más evidente su razón de ser: ¿Puede un país con las tasas de miseria que presenta Argentina al día de hoy destinar esa cantidad de dinero a la seguridad de unos pocos burócratas que no harán más que discutir los temas que los poderosos Estados Unidos de Norteamérica permitan incluir en la agenda? Mi respuesta es no, un "no" rotundo, abismal, gritado desde el fondo de esas calles de tierra en que las que cuando llueve la miseria rehoga su caldo.
Y pienso que todos deberíamos decir que NO, que basta, que ya no somos nenes de pecho para que nos vengan a decir que somos "derechos y humanos", que "la casa está en orden", que "viva el salariazo y la revolución productiva", y que "Argentina es un país en serio"; deberíamos informar que vamos a tomar al destino en nuestras propias manos, que vamos a salir a hacerle frente con la argentinidad que supimos conseguir -con sus cosas buenas y sus fantasmas-, pero que, sobre todo vamos a poner el pecho.
Es entonces cuando de a poco se acalla mi corazón delirante, y entro en la (sin)razón de que quienes promueven la adultez -tanto desde el discurso como desde los hechos-, son sólo algunos inocentes grupos piqueteros, organizaciones independientes, algún que otro partido de izquierda, y ahí nos quedamos.
Y que frente a eso están los medios masivos de comunicación y -tal como creo recordar dijo Marx en el 18 Brumario- los muertos y la sangre de esos que estuvieron antes, sangre que se ha hecho cáscara, escara y cicatriz de luchas, que siempre, siempre terminaron en la derrota de los más débiles.

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