19 de agosto de 2005

Después de las golondrinas

Habitan ese lugar que para el resto,
que no es como ellos,
es sólo un lugar de ida y vuelta...

Mientras todos pasan,
ellos viven y reviven.
Desierto de cuerpos en tránsito

Los observo hace meses.
En mi interior los saludo, y armo puentes

Uno marrón y negro,
el otro blanco, con algunas manchas aquí y allá
Aquel estaba primero,
y aceptó la compañía del otro.

Tienen cuatro patas.
Pobrecitos los que pasan,
sólo mirándolos
pensando que no tienen alma.

Estas palabras -ya que no me animo a llamar a este amasijo poema- están dedicadas a dos anónimos canes que habitan la Plaza de Mayo.

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