22 de noviembre de 2005

la (des)memoria de la ciudad

Hoy a la mañana estaba por cruzar Libertador para tomar el tren hacia San Isidro en la estación Lisandro de la Torre, cuando sentí en el aire el mismo aroma de los ciruelos que había en el jardín de mi abuela, en Pehuajó, hace muchos años.
Entiendo, en línea con Marcel Proust (y seguramente con muchos otros), que los recuerdos están más atados a los olores, a los aromas y los perfumes, que a imágenes y palabras.
Uno de nuestros sentidos que esta gran urbe más anula, neutraliza y anestesia, es el olfato. Entre todo el smog, la mezcla ensimismada de miles de aromas, las emanaciones fétidas, etc. etc. hacen de esta Ciudad una especie de anti-aroma.
Podemos decir entonces que, de este modo entre muchos otros, también la Ciudad conjura contra nuestra memoria.

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