14 de noviembre de 2005

10 k

Empecé a sabotearme desde el comienzo, o desde el día anterior podríamos decir, con la compra de zapatillas nuevas, muy lindas, bárbaras, con excelente amortiguación para mi rodilla operada. El resto seguía bastante bien, comiendo bananas, comiendo sano, y con la suficiente antelación a la hora de la carrera. Pero me olvidé el agua para hidratarme en la previa. La dejé en el freezer. La había puesto un rato antes de irme para que estuviera fresca. Pero me la olvidé.
Mi objetivo era bajar mi tiempo de una hora del año pasado. Si bajaba de 55 minutos estaba hecho.
Encima el boludo de Gustavo que no aparecía. Claro, total el se lo tomaba como mera diversión, para tener su remerita, y casi no venía entrenando. No voy a decir que yo estoy en nivel de alta, ni media ni baja competencia pero hace ya unos meses que hago una rutina apuntada a esto en el gimnasio, que corro en la cinta, que salgo a correr, y no iba a ser el domingo el día que me tomara en joda, entonces. Prueba de ello es que tanto el viernes como el sábado me acosté muy temprano.
Cuando apareció traté de ocultar mi fastidio, pero se ve que no me salió. Como él me conoce no me dio bola por suerte. Hicimos el calentamiento y nos dirigimos hacia la

Largada
Como siempre, un quilombo de gente. Lo peor son los desubicados -la mayoría- que no se fijan a qué velocidad van a salir, y después hay que andar pasando, por ejemplo, a una vieja con un perrito.
Nos despedimos, por si las moscas (la convergencia de la largada de esta carrera organizada por Nike, por un lado temporal, con la Cumbre de las Américas y, por otro lado, espacial con la embajada de los Estados Unidos de Norteamérica, nos pareció una combinación BOMBA). De pronto, sin que se haya notado ningún otro signo de largada, la muchedumbre delante nuestro comenzó a moverse. Al parecer se había largado nomás.

1 km
No hice otra cosa que pasar gente. Pasé la marca de este primer kilómetro en 5` 24``. Demasiado rápido si pensamos que yo debo haber pasado por la línea de largada casi dos minutos después de iniciado el cronómetro. Ahora que lo pienso hice el primer km. casi al mismo ritmo que el que ganó la carrera.

2 km
Este lo pasé creo que en 10` 30``. Así que venía igual que antes. Y la misma cantidad de gente. Algunos idiotas corrían por el otro lado de las vallas, poniendo en peligro sus vidas y la de otras personas.

3 km
Lo más divertido fue pasar el túnel de Av. Libertador. Sobre todo a la entrada, donde se ve la marea de remeras naranja bajando la pendiente. Todos gritaban, pero yo preferí guardar el aire. Hasta acá todo bien. No me acuerdo el tiempo, pero seguía más o menos con el ritmo de los dos primeros kilómetros.

4 km
Lo único remarcable en esta etapa fue una vieja que a la altura de la calle Pampa intentó cruzar Avenida del Libertador en plena marea naranja, con su bolsita de los mandados colgada del brazo. Una inconsciente. Espero que haya sobrevivido.

5 km
Ya habíamos dado la vuelta por Monroe para emprender el retorno hacia el punto de partida, habíendo alcanzado la mitad del recorrido, con lo cual me sentía satisfecho y se me le levantó el ánimo. Cinco minutos y medio el kilómetro, con lo cual en términos generales venía muy bien, pero, tuve un pequeño percance: al intentar tomar un poco de agua (sólo quería humedecerme un poco la boca) el agua se deslizó mal y me ahogué. No fue mucho, pero me quedé sin aire por un momento y tuve la sensación de que no podría volver a recuperarme. Decidí bajar un poco el ritmo. Además los pies me estaban empezando a molestar.

6 km
Pasé la marca a 30` 26``. Iba demasiado rápido. Yo me había propuesto hacer en los primeros tres kilómetros un promedio de seis minutos y medio, y a partir de ahí empezar a bajar los tiempos. Pero se me había ido todo al carajo. De todas maneras, y como no conseguía recuperar el aire y los pies me dolían decidí bajar el ritmo. El problema era que bajaba y bajaba y no encontraba ese paso en el cual uno siente que puede seguir por un buen rato más. Encima seguía habiendo mucha gente, y muchos empezaban a pasarme. Para la cabeza, un desastre. Empecé a pensar si no me habría asustado de mi propia proeza. Es que si mantenía el tiempo que llevaba hasta ahora, iba a llegar a la meta en menos de cincuenta minutos.

7 km
Uno de los más duros. Los pies me mataban. Hacía un poco más de calor, y ver a la gente cortar camino me indignó muchísimo y me hizo pensar en qué corno hacía yo ahí con toda esa gente de mierda. Pensé también en que en realidad yo no estaba hecho para correr, y qué era lo que hacía que alguien pudiera correr. Justamente, el que puede correr más es el que no piensa, porque el pensamiento mata la acción, como decimos en teatro. Los pies realmente me estaban doliendo mucho. En una curva un flaco que venía por afuera se me tira encima como tomando por hecho que yo también iba a cortar camino. Casi me paro a cagarlo a trompadas. Acá empecé a pensar en cómo me había saboteado a mi mismo y en por qué lo había hecho. No encontré respuesta. Pensé también en que hago muchas cosas, y todas no se pueden hacer bien: trabajar, hacer teatro, dar clases en la facultad, investigar y escribir, cuidar mi casa. Esto me reconfortó un poco. De repente, me pasa una viejita muy bajita, con unas zapatillas de mierda, y eso fue mucho. Estuve por dejar ahí. Eso me hizo pensar en lo pelotudo que era, en que en realidad las zapatillas me las había comprado para satisfacer un estúpido deseo impuesto por esta sociedad de consumo, y que esa viejita, esa mujer, me estaba demostrando ahí mismo que en realidad todo pasa por la voluntad.

8 km
Y claro, pero si justamente a mi algo me faltó siempre, fue voluntad. De chiquito, cuando las maestras decían “sí, Lucio puede rendir más, mucho más, pero tiene que hacer más esfuerzo”. Pero nadie hacía nada, yo incluído. Si alguien se hubiera dado cuenta y ya de chico me hubieran ejercitado la voluntad, hoy sería otra persona. Sí, seguramente, pero no. Soy yo, tengo 30 años, hasta aquí llegué y estoy corriendo esta carrera. Tengo que terminarla.

9 km
En un momento mis pies no dieron más. Decidí caminar un trecho para ver que pasaba. Por suerte no fueron más de 50 metros. No se de donde saqué la fuerza, pero me dije: “dale, vamos, hay que trotar y llegar hasta el final aunque duela” o algo así. De ahí en más todo fue cuesta arriba. Me mentalicé en pensar menos, en ser más cuerpo y menos mente. Se acercaba el último kilómetro.

10 km
Cuando daba la vuelta en Dorrego para agarrar Libertador y encarar el último kilómetro lo ví a Oscar Cortínez paradito en la esquina, en el pastito que hay ahí, viendo a la gente pasar. El tipo ya había llegado y estaba fresco como una lechuga. Ni me acordaba cuánto habían hecho los primeros el año pasado, pero verlo me estremeció realmente y me dio mucha energía para seguir. Y cuando digo estremecimiento hablo de ese que uno siente en el cuerpo, como un hormigueo. Eso sentí y empecé a acelerar. Aunque me dolían los pies como la puta que lo parió. Aunque me daban ganas de parar y llegar caminando. Empecé a pensar en el yoga, en que lo importante era el presente, en que no era ni cuerpo ni mente, sólo vibraciones exquisitas. Se me dibujó una sonrisa en la cara que quedó disimulada como una mueca de esfuerzo para tomar aire en los metros finales. Estaba llegando a Sarmiento. Había gente en gradas al costado de la calle. Pensé en que nadie me esperaba, no se por qué. Corrí los últimos metros. No recuerdo haber sentido dolor. Levanté los brazos al cruzar la meta. No se si llegué a dibujar la V con los dedos. 54` 24`` decía el reloj. Después supe que mi tiempo había sido de 53` 38``.

No hay comentarios.:

Leo y me gusta