14 de julio de 2006

Argentina primer mundo

Planeta Tierra, Sudamérica, Ciudad de Buenos Aires, Corrientes y Uruguay, día de semana, diez y media de la matina. Gente que viene y que va.

Pero hay algo raro. Al principio no me doy cuenta, no llego a entenderlo, hasta que mi mente se aclara y empiezo a comprender: contra la costumbre de años, contra la casi insoportable necesidad de romper aunque sea una norma, contra lo habitual de molestarse unos a otros, un hecho nuevo, algo distinto está sucediendo.

Los peatones esperan para cruzar sin bajarse a la cinta asfáltica, sobre la acera. Nadie cruza hasta que el muñequito blanco del semáforo enciende su momentáneo fulgor y el naranja, ese que parece estrellado contra el vidrio, no apaga sus veleidades de punchi punchi; los automóviles no osan detenerse sobre la senda peatonal (¿hoy las habrán pintado con merca?), no veo a nadie correr apuradísimo pero sin prisa para cruzar la calle por la mitad de la cuadra. Hay algo que está mal.

¿Estaré en la Dimensión Desconocida?

No.

Es la Guardia Urbana.

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