Hace un tiempo, con el afán de irritar a mis amigos, que en su mayoría no sienten el honor de ser hinchas de Boca, esbocé la siguiente teoría:
Boca es un equipo peronista, se respeta el liderazgo del conductor.
Tomaba como ejemplo para continuar mi explicación, a Juan Román Riquelme, a quien quiero entrañablemente. A Riquelme se lo respeta dentro del equipo porque, en primer lugar, es el que mejor juega al futbol y en segundo lugar, porque mientras se ha respetado su conducción, Boca ganó todo. Es decir que no es un liderazgo meramente carismático, “bobo”, ciego, sordo y mudo. Es el liderazgo entendido como el de Perón con el Pueblo Argentino. El pueblo dice: “seguimos a Perón porque con la conducción de Perón nacimos como Pueblo, y lo necesitamos para crecer, desarrollarnos y alcanzar la madurez. Sabemos además que Perón necesita de nosotros para seguir siendo un líder”. Dentro de la cancha, esta conducción implica, a mi entender, que la mayoría de las decisiones las toma Riquelme. El dice “vos parate ahí”, “vos bajá”, “vos volanteá por ahí”.
Decía yo entonces, que el problema en la Selección Nacional, era que cualquier gil que había sido vendido al exterior en cifras millonarias infladas por el lavado de dinero, venía a cuestionar el liderazgo de Juan Román Riquelme y así estamos.
Por supuesto que con estos planteos yo buscaba más la risa que la elaboración teórica, sin embargo, el incidente que se planteó a partir de unas declaraciones radiales del defensor Julio César Cáceres me hizo ver que mi análisis no estaba tan errado.
En un momento en que las papas queman, los resultados no se dan, y el propio Cáceres no pega una, su voto no es positivo. Cáceres, como Cobos, toma protagonismo por su confrontación con el líder, pero sin embargo, quiere hacer parecer que no hay oposición a la conducción.
Parecería ser que estas personas que no manejan los códigos, creen que en determinados momentos de crisis la salida es el desafío abierto a la conducción, para absorber desde afuera las fuerzas que les faltan adentro. Cuando la realidad, es que todo lo que hay afuera es oposición al colectivo y toda discusión de la autoridad de la conducción socava no solo sus bases hacia dentro sino también su poder para modificar la realidad hacia afuera.
Al final, terminan jugando para los otros. Siempre.
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