30 de junio de 2005

Atenti pebeta

Ayer andaba con ganas de postear algo sobre el tren (que ya escribiré más adelante), y hoy de poner algo sobre Cromagnon, pero justo esta mañana escuché este tango cantado por Edmundo Rivero, que me gusta mucho y tiene que ver con algunas conductas femeninas a las que se hizo referencia en otro blog.
Me dieron ganas de postearlo, así que ahí va:

Atenti, pebeta!
(1929)
Letra: Celedonio Flores
Música: Ciriaco Ortiz

Cuando estés en la vereda y te fiche un bacanazo,
vos hacete la chitrula y no te deschavés;
que no manye que estás lista al primer tiro de lazo
y que por un par de leones bien planchados te perdés.

Cuando vengas para el centro, caminá junando el suelo,
arrastrando los fanguyos y arrimada a la pared,
como si ya no tuvieras ilusiones ni consuelo,
pues, si no, dicen los giles que te han echao a perder.

Si ves unos guantes patito, ¡rajales!;
a un par de polainas, ¡rajales también!
A esos sobretodos con catorce ojales
no les des bolilla, porque te perdés;
a esos bigotitos de catorce líneas
que en vez de bigotes son un espinel...
¡atenti, pebeta!, seguí mi consejo:
yo soy zorro viejo y te quiero bien.

Abajate la pollera por donde nace el tobillo,
dejate crecer el pelo y un buen rodete lucí,
comprate un corsé de fierro con remaches y tornillos
y dale olivo al polvo, a la crema y al carmín.

Tomá leche con vainillas o chocolate con churros,
aunque estés en el momento propiamente del vermut.
Después comprate un bufoso y, cachando al primer turro,
por amores contrariados le hacés perder la salud.



Como me gustan las buenas maneras, les cuento que la letra la saqué de:

27 de junio de 2005

Cástor y Pólux

Esto es para una amiga que anda perdida en los recovecos de su alma, sin darse cuenta de que tiene todo para ser feliz.


Y si entonces tu frescura
se trasvasara a mi alma
no podría seguir entendiendo
por qué las estrellas caen

Sin embargo tu sonrisa
me hace dudar de tu letargo
e insisto
y te reís;
intento de nuevo
y aflora sutil tu carcajada;
me reitero
y tu boca y tu rostro florecen;
caigo en repeticiones ya insoportables
y no puedo creer que otra vez, sea tu risa.
Concluyo entonces, seguro ya del todo,
que no hay en tu alma un ápice
incapaz de disfrutar.

24 de junio de 2005

ANEXAMENTO

Hoy señores voy a dar a conocer un proyecto largamente discutido (por mí) y que hoy, gracias a la masividad que está adquiriendo este rincón de la web, va a comenzar su carrera hacia su difusión, puesta en práctica, y éxito seguro.
Después de meditar largamente sobre los aspectos positivos y negativos del MerCoSur, he llegado a la conclusión, de que lo conveniente para la grandeza de América Latina y del orbe entero, es el anexamiento.
Sí señores. Quiero ser brasilero. Que no me vengan con el MerCoSur, ni con el ALCA ni con la mar en coche. Quiero ser brasilero.
Imagino un Cono Sur verde-amarelo, en el que al sur del paralelo 25 sólo haya reservas naturales y establecimientos destinados a la producción de alimentos, porque claro, todos viviríamos en las playas del Brasil. ¿Para qué corno nos vamos a quedar acá con este río marrón e inmundo de contaminación?
Imaginen el día que este gran país, Brasil, de la mano de su poderío económico, imponga su idiosincracia y su cultura a todo el mundo civilizado, tal como ahora lo hacen los EEUUA.
La sermana de Carnaval habría vacaciones en todo el mundo, todos falaríamos portugués -que es mucho más agradable-, el samba y la bossa nova tendrían la difusión que ahora tiene el rock & roll, el jogo bonito sería el ejemplo a seguir en todos los deportes, en fin, no hace falta enumerar todos los beneficios que el anexamiento aparejaría...
Por eso, hoy emprendemos el camino hacia el cumplimiento de ese gran anhelo: el anexamento.
A quien se una a estas huestes bacanales lo espera un destino de grandeza, alegría, samba y diversión, a quien se niegue, la fatalidad, la tristeza y la amargura.
Por eso, gritemos todos:
¡ANEXAMENTO YA!
¡ANEXAMENTO YA!
!ANEXAMENTO YA!

22 de junio de 2005

CUADERNO ROJO

Un día más.
Y el traqueteo del subte que me acompaña casi casi hasta la puerta de mi casa.
La pana roja de los asientos, el piso de goma verde, la miseria personificada en este nene que me tiende su mano, la indiferencia en aquel tipo de traje, las dos mujeres que parlotean a mi lado: todo se me ha hecho familiar en unos pocos meses.
Yo sigo siendo el mismo, u otro, qué más da.
Cuando me detengo a pensar es cuando no pienso. Pareciera que en mi cabeza los pensamientos necesitan movimiento, necesitan vértigo.
A veces este cachivache metálico surcando la oscuridad se me hace irreal.
Se me hace difícil también comprender como toda esta gente con cara de nada, afuera hace de todo.
¿Y yo? ¿En qué categoría entro?
Porque acá adentro hago de todo, pero ¿afuera?
¿Qué pasaría con nosotros si de repente, el túnel se hiciera eterno y no aparecieran más estaciones?
¿De qué serviría mi escritura?
Por suerte, la próxima estación es la mía.
No arriesgo nada, prefiero no conjeturar.
Me bajo.

17 de junio de 2005

NOCHE DE DISCO

Una historia bastante simple, pero íntimamente algo terrible.
Era un sábado como tantos otros en que salimos a bailar Martín y yo solos. Una mínima diferencia apuntable ab initio podría ser que esa noche en casa tomamos whisky, y no cerveza. Es que estábamos empezando a dejarla, o mejor dicho a cambiarla, porque a los 25 ya se le puede dar al whisky sin parecer uno ni más viejo ni más alcohólico de lo que es, y por otro lado uno ya no se banca como antes la hinchazón que causa la cerveza.
La cuestión es que llegamos al dancing y todo se veía muy bien (lo que debe interpretarse como que había muchas y regulares minas). Pedimos dos J&B para no mezclar alcoholes y seguir con el buen humor que teníamos, y partimos a efectuar la usual recorrida de reconocimiento; que ese día tenía una doble función, porque había que relojear a las minitas y –como hacía mucho que no íbamos- ver si el boliche estaba igual. Para dar una idea precisa de la arquitectura del lugar, el boliche es –como decía un primo mío- ideal para borrachos: a lo largo y sin escalones.
Fuimos hasta el fondo, donde intenté hablarle a una petisa de pelo corto que aunque parezca mentira estaba leyendo una revista (y resalto lo del corte de pelo porque me calienta mucho el pelo corto en las mujeres), y que no debía estar tan aburrida como a mí me había parecido porque no me dio bola. Visto ello, la emprendimos en vuelo rasante hacia el frente del local.
Fue ahí que la vi. Y no necesité más que verla, para entender que quería garchármela. Ahí mismo, mientras todos me miraban. Pero me contuve.
Tenía un cuerpazo, con ojos y movimientos felinos, y bailaba con una amiga que, lamentablemente no estaba tan buena. Uno de los pensamientos que se me cruzaron en ese instante por la cabeza fue: “si esta noche yo me gano esta mina, cerramos el boliche, nos vamos todos, y se acabó, me retiro.”
Hicimos lo que se debe hacer en estos casos según el manual del buen buitre, que es bailar seductoramente junto a las señoritas. La mina –mientras tanto- no hacía más que rebotar chabones, y yo no quería pasar a revistar en las filas de los rostros cortados, así que pasado un rato en que no logré establecer contacto ocular recíproco, le dije a Martín: “vamo’a tomar un champán”, a lo cual él accedió sin oponer ningún tipo de resistencia.
Debido a un percance acaecido en nuestra excursión a la barra, nos quedamos charlando con unas minas más grandes que se engancharon a conversar. Fue así que pasó un rato durante el cual logré que esta otra mina: me llamara “cosita” en reiteradas ocasiones, me dijera que no podía ser tan perfecto como le estaba pareciendo a ella que yo era, me hiciera mostrarle el documento para ver que no le mentía con mi edad, y sacara la cara en una gambeta maradoneana para esquivar el beso que le tiré. Finalmente me dio únicamente su teléfono, y se fue porque sus amigas se estaban yendo. Me pareció bien.
No tenía muchas esperanzas de encontrar a la otra mina, porque había pasado ya bastante tiempo, pero por las dudas nos dirigimos a la pista de baile a ver que pasaba.
Seguía ahí. Se la estaba encarando un pelado que no duró ni treinta segundos. Martín me dice algo como: “a ella le gustan con pelo”. Me habrá parecido buena la frase porque me acerqué a ella y más o menos la repetí. Y sonrió. Una sonrisa muy linda. ¡Y también con esos ojos! Pude ver después cuando salimos que eran celestes con un poco de gris muy claro. Adentro, con las luces, se veían como si fueran los ojos de un tigre albino.
Y no se de qué corno seguimos hablando, pero la cuestión es que tanta bola me dio que dejó de bailar, yo le empecé a cantar boleros al oído mientras la acercaba para bailar más juntos, la invité a tomar una coca (yo tenía la boca seca, y para alejarnos del ruido), seguimos charlando (ahí recién le pregunté el nombre), y al final –como creo dijo algún prócer- terminamos transando. Tuve bastante suerte, porque el gol del triunfo fue en tiempo de descuento. Nos cerraban el boliche. La suerte del campeón.
Cerramos el boliche y salimos.
Anduvimos un rato por la calle boludeando y transando (Martín se había ganado a la amiga), caminamos un par de cuadras, pude ver el (repito) increíble color celeste de sus ojos, y le canté Morena dos olhos d’agua de Caetano Veloso, mientras le daba calor a sus manos con las mías. ¿Qué más se puede pedir a un amante latino?
Finalmente se fueron las dos en un taxi, eran como las ocho de la mañana, no daba para hacerse los galancetes, y además se iban las dos juntas a dormir a lo de una de ellas. Obviamente antes de irse me dio su número de teléfono.
El martes siguiente se me ocurió llamarla para ver si podíamos concretar el asunto, así que después de la cena me tiré en mi cama y llamé al número que me había dado.
Me atendió una voz de mujer y yo pregunté si podía hablar con Fernanda. La mujer me respondió: “No, Fernanda está ocupada pero si querés te puede atender otra chica, ¿estás muy apurado? Tengo cuatro ¿Que tipo de servicio querías..?”

15 de junio de 2005

JUSTICIA, JUSTICIA PERSEGUIRÁS...

24 de marzo de 1976 - 14 de junio de 2005

13 de junio de 2005

DREXLER

Calle Corrientes, sábado, 22.15. En el trayecto que recorremos hasta llegar a la puerta del teatro, soy testigo del devenir de una fauna humana como hacía tiempo no contemplaba. El fenómeno de la resurrección de esta otrora insomne avenida me choca de modo extraño, contradictorio.
Sumado al ambiente surrealista, me encuentro con un pibe con el que jugaba al rugby hace algunos años, y ya todo me parece increíble. El variopinto de gente que hay a mi alrededor constituye -pienso- una muestra clara de lo que es esa clase media cuya existencia de alguna manera usualmente niego.
Habíamos visto a Drexler hace algunos años -no recuerdo si en el 2001 o 2002- en otro teatro de la calle Corrientes, pero más chico, y como mucha menos gente lo conocía, el público era más homogéneo, más afín a mí, a la gente de la que me rodeo. Aquella vez me encontré con gente conocida, por ejemplo, una colorada -de quien no viene el caso hablar aquí- que me había estado volviendo loco hacía un tiempo.
Fuimos subiendo los distintos niveles del teatro hasta llegar al superpullman. Allí ingresamos, buscamos nuestra fila y asientos y nos ubicamos, incumpliendo una norma no escrita que, observamos luego, el resto del público respetaba ritualmente. Parece que hay que esperar parado en el pasillo hasta que el acomodador te ubique, incluso aunque uno sepa cuál es su asiento y lo tenga a medio metro. Decidimos que estaba bien no cumplirla.
Una vez sentados nos dedicamos a esperar, criticando a la gente que teníamos alrededor y charlando sobre superfluidades.
A mi izquierda se ubicó una familia tipo (he aquí un botón de muestra de lo cambiado del público) con una niña de aproximadamente ocho o nueve años de edad, que en un momento se enculó, y por un instante pensé que si ese estado de ánimo le duraba, personalmente la iba a arrojar a la platea. Por suerte al rato se calmó (de hecho se durmió, un desperdicio).
Pasemos ahora a hablar del espectáculo.
Drexler es un tipo que me cae bien, definitivamente. Su recolección de ritmos rioplatenses, sus coqueteos con la electrónica, y su bajo perfil me agradan. Siento cierta empatía, digamos.
Su bajo perfil, sin embargo, no obstaculiza un gran manejo del público, con un ida y vuelta constante en el que él un poco se deja llevar, y otro poco (o mucho) es él quien lleva al público de las narices. Esto fue patente en la “milonga del moro judío”. De repente, todo el teatro cantaba “yo soy un moro judío, que vive con los cristianos/ no sé que dios es el mío, ni cuales son mis hermanos”. Yo no lo podía creer, miraba a mi alrededor, me frotaba los ojos. Toda esa gente cantaba ESO. ¿Había tantos judíos? ¿Había tantos musulmanes? ¿Tantos ateos y agnósticos? No tuve y no tengo respuesta.
Otro aspecto de este fenómeno apareció en "Se va, se va, se fue" cuando Jorge hizo al público tararear una escala no tan fácil a la hora de conjugar tantas voces.
Drexler se anima a seguir buscando hasta en sus canciones más exitosas, les cambia el tempo, el sentido, las explora, mete mucho sampler, mucho ruidito (hasta se podría decir que es un poco progressive, jaja). Y todo eso sin perder de vista que es de aquí, del Río de la Plata, donde lo que se siente y se exuda es el candombe, la milonga, la zamba, el samba, la chamarrita, la polca, el chamamé y la bossa.
Haber escuchado a un tipo decir “bueno, ahora este tema lo voy a tocar en aires de milonga, que es como a mí me sale” y que todo un teatro de la calle Corrientes lo aplauda me parece un signo de los tiempos.
Bueno, dejo acá porque esta reseña se está haciendo un poco larga.
Ah, antes de irme. Gracias, Jorgito.

7 de junio de 2005

PEQUEÑAS INSTRUCCIONES PARA MI MUERTE

Cuando yo muera no quiero más llanto que el necesario, que tal vez sea nada. Al fin y al cabo habré hecho lo mío, y habré dejado de hacer lo que corresponderá a otros hacer. En cambio, sí me gustaría ser aplaudido, y si alguien tiene algo que agradecer, me sentiría honrado de que lo haga. La gratitud sincera es uno de los más bellos sentimientos que una persona puede tener.
Cuando yo muera no quiero velatorio, ni cajón, ni cruces, ni toda esa parafernalia que le han puesto a los pocos muertos que he visto. Por favor, quemen mi cuerpo automáticamente y, aunque suene un poco estúpido, quiero que las cenizas se esparzan por el campo. Déjenme con el viento, que espero saber como arreglármelas con él.
Cuando yo muera, no quiero coronas.
Cuando yo muera no quiero colores oscuros.
Cuando yo muera, si los que me conocieron quieren reunirse, háganlo. No me molestaría si es de corazón. Pero me gustaría que me recuerden vivo. Que escuchen la música que me gusta, que miren mis fotos, o alguna filmación, que hojeen mis libros; y coman, coman y tomen todo lo que quieran. Celebren la vida que tuve, y la que todavía tienen.
Cuando yo muera, espero que a alguien le interese guardar mis libros, y si no es así, por favor no los tiren. Dónenlos a alguna biblioteca pública.
Cuando yo muera, sólo espero que sigan estas pequeñas instrucciones.
Y, ah, mi amor, te repito que quiero que sepas que vos has sido lo más hermoso que me pasó en la vida, y no quiero que llores o estés triste si algo me pasara porque no tendría sentido. Quiero que sigas adelante como sólo vos sabés hacerlo. Eso es lo que verdaderamente me gustaría.
Gracias.

3 de junio de 2005

Cruces y desvíos

Qué difícil es tratar de cambiar "lo establecido", lo que "está bien", lo que "es normal", desde la no-ruptura, desde algo así como tratar de ir "haciendo diferente", mostrando a los demás que hay otras formas de hacer las cosas sin lastimar a los demás, disfrutando y gozando más de la vida, de esta vida de sensaciones que nos ha tocado.
Y digo esto puntualmente en relación a la monogamia y la fidelidad, no voy a dar más vueltas.
Creo que esto va a desatar un torbellino, va a levantar polvareda.
Claro, a nivel social, a nivel de lo que consideramos la opinión pública, todavía estamos discutiendo si una mujer tiene derecho a disponer de su cuerpo ante un embarazo sin que el estado se entrometa, si uno tiene derecho a meterse en el cuerpo la sustancia que se le cante, si dos personas del mismo sexo pueden tener los mismos derechos a ser un matrimonio que dos que no lo son y, en fin, hace no tantos años decidimos que dos personas que alguna vez habían pensado en pasar juntos toda su vida tenían derecho a cambiar de opinión y seguir cada cual su rumbo.
¿Cómo hacer entonces para poner en tela de juicio la monogamia y su recalcitrante concepto de fidelidad si todavía nos falta discutir todo eso?
Bueno, quiero por lo menos tirar alguna punta: me parece que hay un concepto normalizado que es aquél que establece que la fidelidad es una fidelidad corporal, poniéndola al mismo nivel que la fidelidad mental, cuando en realidad lo importante es la fidelidad del espíritu (que no implica anular el deseo, pero si tener en cuenta a la otra persona a la hora de tomar las decisiones).
Tiene mucho que ver con esto la confusión entre sexo y amor, que, si bien está profundamente encarnada en las mujeres (gracias a un trabajo de educación tenaz y sostenido que comienza con la puesta en escena de la esposa-mamá-amadecasa feliz como paradigma de futuro de la niña) también lo está en los hombres, muchas veces del mismo modo que en la mujer, a partir de una fuerte educación, pero más usualmente desde una actitud hipócrita y apoyada en la facilidad que el sostener esta postura, implica en la dominación de la mujer por el hombre.
Quiero hacer aquí una aclaración sobre algo que no había notado: no quiero con esto hacer una "oda al pirata" o un "elogio de los cuernos", todo lo contrario, me caen pésimamente mal los tipos que andan vanagloriándose de eso. Pero no entiendo por qué no podemos en algún momento y cuando la situación se da sin forzarlo, dar rienda suelta a nuestros deseos, y estar con una persona simplemente para pasar un buen momento y disfrutar placeres sensoriales sin que eso tenga las consecuencias nefastas que actualmente tiene, hacia adentro de la pareja, y también a nivel social. Al fin y al cabo, en diferentes magnitudes, pero el placer es el mismo: un buen polvo, un buen beso, un buen vino... (sí ya sé, suena feo, pero estoy convencido de que cuando lo analizo a fondo estoy en lo cierto).
Bueno, se hizo largo, en algún otro momento continuaré con mi defensa de la libertad, que al fin y al cabo de eso se trata.

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